19 de julio de 2010

EEUU: Para proteger el ambiente cada ciudadano paga 25 dólares


Una isla de basura flota en el océano Pacífico frente a las costas de California. Esa isla, que se cree tiene el tamaño del estado de Texas, cobró forma de a poco, a medida que miles de botellas de plástico, bolsas y otros residuos duros de degradar fueron arrojados primero al mar y luego empujados por las corrientes marítimas hasta sus "costas". La isla, una amenaza para la vida de cientos de animales y plantas, es un símbolo de la contaminación ambiental.

El reciclaje de basura es una de las prácticas que ayuda no sólo a prevenir que esa isla continúe creciendo, sino a combatir el calentamiento global. En los Estados Unidos, la ciudad de San Francisco es líder en la materia. En 2007, prohibió el uso de bolsas de plástico en tiendas, medida que ayudó a reducir en más de cinco millones el número de bolsas.

En 2009, una ordenanza exigió a los comercios y hogares separar residuos como papel y vidrio de otros materiales orgánicos. La ciudad se cubrió de contenedores de basura verdes, azules y negros. Todo en pos de un ambicioso objetivo: producir "cero desperdicios" en 2020. Nada muy diferente a lo que han hecho otras ciudades del mundo, salvo porque la ciudad recupera el 75% de los residuos que genera. ¿Cómo logró San Francisco llegar a ese nivel de reciclaje? La respuesta es amplia, y las razones, numerosas.

En San Francisco, la recolección de basura fue privatizada. Cada ciudadano paga por el servicio, como por el teléfono, la televisión por cable, el gas o la electricidad.


La tarifa para hogares es de 25 dólares. "Nada es gratis en Estados Unidos", apunta Robert Reed, director de Comunicaciones de Recology, la empresa que tiene el monopolio de la recolección y el reciclaje, "los más baratos del universo de servicios públicos", como él mismo apunta.

Las mismas reglas

Reed cree que la principal razón del éxito es haber generado "pasión por el ambiente", pero le reconoce mérito a la implementación. Las reglas del reciclaje son las mismas para los hogares, las empresas y los edificios públicos. Y todo lo que sea reciclable se tira en un solo contenedor, el azul. Estas dos características hacen que el reciclaje sea más fácil. No es un tema menor.

El proceso de reciclaje empieza en cada hogar, restaurante y comercio. Pero el lugar donde la actividad alcanza su pico está en las costas de la ciudad, en el puerto 96. Allí, en una gigantesca planta los desperdicios se dividen y procesan para ser vendidos a empresas que convertirán ese material en nuevas botellas, vasos de papel, cuadernos, entre otros.

El proceso aporta también a la producción de alimentos orgánicos. Todos los residuos que caen en el contenedor verde, principalmente restos de comida, son convertidos en abono rico en nutrientes, carbón y calorías. El proceso, llamado "compostaje", comienza en los hogares y en los más de 5000 restaurantes que envían restos de comida a una planta donde se produce ese abono, compost, que se utiliza en granjas y fincas orgánicas. San Francisco fue la ciudad que inició esta práctica.

Deanna Simon, del Departamento de Medio Ambiente de San Francisco, cree que se acercará a su objetivo de producir cero desperdicios para 2020. A las facilidades que brinda el proceso de reciclaje a residentes y comercios, Simon suma como factor de éxito el vínculo con Recology.

San Francisco creó un monopolio, pero Simon cree que contar con muchas compañías privadas complicaría el proceso. "La ciudad regula el programa y las tasas que cobra. Tener una relación cercana con Recology es crítico para el éxito del programa", dijo. Un éxito que, al menos, ayuda a impedir la isla de basura del Pacífico continúe creciendo.

"Nada es gratis en los Estados Unidos. Pero la principal razón es haber generado una pasión por el ambiente"



Fuente: La Nación

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